
La liturgia es el culto y la alabanza al Padre, la celebración del misterio de Cristo resucitado, que está presente en el corazón de toda acción litúrgica. Y todo ello siempre bajo la acción del Espíritu que el Padre y el Hijo han enviado a su Iglesia. En la eucaristía y en los demás sacramentos y acciones litúrgicas, en las fiestas y conmemoraciones, celebramos, con alegría y agradecimiento, la liberación que Cristo ha realizado. Esta es la misión de la Iglesia: “hacer presente en medio de los hombres, como signo y primicia del gran proyecto de Dios, los cuatro grandes dones de que es portadora: un nuevo modo de amor universal, una nueva forma de convivencia fraterna, una palabra henchida de salvación y de esperanza, un conjunto de ritos transparentes y manifestativos de una vida en plenitud. Es sobre todo a través de estos signos cómo la Iglesia cumple su misión en la historia y presta su contribución específica e insustituible a la realización del Reino de Dios” (Seglares Claretianos).
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